No hay peor muerte que la de haber visto caer el amor de una rosa,
cuando entre el tierno amanecer de un alma infinita
y una suave y helada brisa de invierno,
la noche murmura ciegamente
y sin lágrimas los anhelos de una nueva vida.
Sobre las cenizas de una antigua historia
ha de caer un último pétalo;
tan árido como el mismo tiempo,
tan olvidado como los recuerdos
entre los laberintos enigmáticos de la memoria;
sentenciado al final oscuro e indescifrable del amor.
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