Los rugidos de feroces agonías
han partido las estrellas
y se ahogan en grises nubarrones
que circundan sin desvelo el cielo abatido.
Las penumbras avanzan sin tregua
sobre las tenues luces de la calle,
mientras en los hogares
el silencio desahoga toda pena.
En una casa antigua de una esquina,
en una habitación envuelta en el tiempo
dos hermosas almas se acompañan
entre fantasías y sueños de antaño.
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